El Credo y la Palabra enseñan que después de la resurrección habrá dos destinos eternos: gloria para los justos y condenación para los malditos. Los justos recibirán cuerpos glorificados, espirituales y perfectos para disfrutar eternamente de la comunión con Dios, mientras que los malditos sufrirán separación eterna, dolor y desesperación. La vida perdurable es la meta del creyente fiel, pero el infierno es una realidad para quienes rechazan a Dios.
Escucha esta lección:
El Credo de los Apóstoles
Creo en Dios Padre,
Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo,
Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso.
Desde allí vendrá a juzgar a vivos y a muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable.
Amén.
Los justos resucitarán con gloria especial.
Sus cuerpos tendrán 4 beneficios clave:
Brillantez: resplandecerán como el sol (Mateo 13:43).
Impasibilidad: no podrán sufrir ni ser afectados negativamente (Apocalipsis 21:4).
Agilidad: capacidad sobrenatural de movimiento semejante al cuerpo resucitado de Cristo (1 Juan 3:2).
Cuerpo espiritual: cuerpo material pero sujeto totalmente a lo espiritual (1 Corintios 15:44).
La condición de los justos resucitados
La condición de los malditos
La condición de los malditos será opuesta a la de los justos.
Cuatro características de sus cuerpos:
Sin brillo: serán oscuros, con apariencia de carne quemada (Isaías 13:8).
Pasibles: serán capaces de sufrir eternamente sin deterioro (Isaías 66:24).
Atados: estarán encarcelados y sin libertad espiritual (Salmo 149:8).
Carnales: dominados por llanto, dolor y enojo (Mateo 25:30).
“Y la vida perdurable”
Creemos en la vida eterna, ligada a la resurrección del cuerpo.
La vida eterna significa ser reunidos con Dios, para quien fuimos creados.
La eternidad es un misterio que no entendemos plenamente, pero será plenamente satisfactoria en la presencia de Dios.
Dios mismo es nuestra recompensa (Génesis 15:1).
Tres elementos esenciales de la vida eterna
Visión perfecta de Dios: veremos a Dios cara a cara, sin ignorancia ni confusión (1 Corintios 13:12).
Amor ferviente: amaremos a Dios con pasión ardiente por toda la eternidad (Isaías 31:9).
Mayor elogio: daremos gloria eterna a Dios, reconociendo que todo procede de Él (Apocalipsis 4:10–11).
La satisfacción eterna
Solo Dios puede saciar plenamente el alma humana.
Aquí en la tierra los placeres son temporales y se desvanecen; en el cielo habrá plenitud total.
“Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” – San Agustín.
En la vida eterna toda sed del alma será saciada en Dios (Salmo 103:5).
El destino de los malditos: el infierno
Los malditos estarán eternamente separados de Dios.
4 realidades del infierno:
1. Dolor de pérdida: expulsión de la presencia de Dios en oscuridad eterna (Mateo 25:30).
2. Sufrimiento de remordimiento: culpabilidad y dolor continuo (Salmo 50:21).
3. Naturaleza del infierno: fuego eterno y tormento constante.
4. Desesperación total: sin esperanza de salvación o alivio (Isaías 66:24).
Dos destinos eternos: vida eterna para los justos y muerte eterna para los malditos.
Estas doctrinas llaman a elegir entre vida y muerte y tomar en serio la justicia y santidad de Dios.